Benjamín G. Rosado. Foto: Ivan Giménez – Seix Barral.

Benjamín G. Rosado. Foto: Ivan Giménez – Seix Barral.

Novela

'El vuelo del hombre', de Benjamín G. Rosado, Premio Biblioteca Breve: la invención inagotable a lo Sherezade

El autor relata en su primera novela, premiada con uno de los galardones narrativos más prestigiosos, las vicisitudes extraordinarias de un escritor.

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Si quisiera dar cumplida cuenta de la trama argumental de El vuelo del hombre necesitaría la mitad de las páginas de esta entrega de El Cultural. Tan meándrica, enzarzada y compleja es la historia que Benjamín G. Rosado (Ávila, 1985) fabula en su primera novela. Me contentaré con indicar unos cuantos datos significativos.

El vuelo del hombre

Benjamín G. Rosado

Premio Biblioteca Breve. Seix Barral, 2025. 373 páginas. 20,90  €

El vuelo del hombre responde, en última instancia y bajo su liosa apariencia, a un modelo narrativo clásico, la novela de personaje. Relata las vicisitudes extraordinarias de un escritor, Diego Marín, que tiene un éxito apabullante con su ópera prima, Ciudad Café.

Marín, filólogo interesado en hacer su tesis doctoral sobre el origen del lenguaje, conoce en Valparaíso a un controvertido teórico en esta disciplina que decanta su vocación de escritor. La fortuna de dicha novela le sume en una crisis de creatividad que le impide cumplir con el compromiso de continuidad adquirido con su despótico editor.

Así comienza una vida errática que le lleva primero a Nueva York, donde vagabundea, se mezcla en el mundillo cultural y sigue sin avanzar en la escritura. Cuando ya teme ser un escritor frustrado y sin futuro, el editor le impulsa a ir a un lugar de la selva colombiana. Allí, la realidad ha duplicado a la ficción: en el mismo sitio que en Ciudad Café ha muerto en accidente parecido al de la novela un piloto que se llama como su protagonista.

El desciframiento de tan insólita coincidencia será la gran ocasión de Marín de recuperar la inspiración. Pero el asunto tiene más miga, mucha más. Las fronteras entre vida y literatura, entre verdad y ficción se abren a múltiples conjeturas.

Conocemos además que Marín no es el autor del famoso libro sino un plagiario, y no hago un impertinente espóiler porque en ello está la clave de la obra. Esclarecer esos hechos y mostrar el complicado mundo mental del autor falsario ocupan mucho espacio y complican al extremo la línea anecdótica zigzagueante.

He seleccionado estos datos, entre otros, para señalar la retorcida trayectoria anecdótica de la obra. Este auténtico embrollo, intencionado, sirve de base para lo que podría llamarse una novela macedonia, ensalada en la que Rosado disfruta mezclando un alto número de disímiles ingredientes. Señalaré algunos.

El vuelo del hombre tiene dos líneas medulares, una novela de aventuras, tanto terrestres como aéreas, y una novela sentimental por partida doble bifurcada en sendos amores del protagonista, amores a primera vista, tormentosos y tórridos, con dosis de truculencias y folletinescos.

Demuestra Rosado muy notables cualidades narrativas. Tiene fuerza fabuladora, pero la novela, que debiera ser amena, resulta fatigosa

A ello se suman suspense e intriga, comentarios sobre los poderes de la literatura, puntazos a los contratos editoriales leoninos, digresiones sobre familia e hijos, exotismo paisajístico, especulaciones lingüísticas, cavilaciones filosóficas o noticias históricas recientes (el 11S o la crisis financiera de 2008). Aparte de estos contenidos más o menos relacionados con el meollo anecdótico, Rosado se permite varios puros rellenos (sobre Leonardo da Vinci y varios pioneros de la aviación, los hermanos Wright y Santos Dumont).

Demuestra Rosado muy notables cualidades narrativas. Tiene fuerza fabuladora y le gusta inventar historias que pone en el filo de la navaja de lo excepcional. Es un contador de cuentos nato, un entusiasta émulo de Sherezade que busca atrapar al lector en su fecunda inventiva.

Construye su historia, además, con auténtico virtuosismo, con la pericia de un relojero. En una trama tan rebuscada, todo encaja a la perfección. Tan admirables e infrecuentes cualidades no culminan, sin embargo, en una historia imantante por culpa del excesivo rebuscamiento formal y del atosigante juego de espejos culturalista. Una historia que debiera ser amena, resulta fatigosa.