Irene Escolar en la segunda temporada de 'La ruta'. Foto: Laia Lluch

Irene Escolar en la segunda temporada de 'La ruta'. Foto: Laia Lluch

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Así será la nueva temporada de 'La ruta': del desarrollismo urbanístico al 'boom' de la música electrónica en Ibiza

La nueva entrega, de seis episodios, ha sido dirigida por Borja Soler y se estrenará en Atresplayer a finales de 2025.

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Apenas unos días después de la finalización del rodaje, Borja Soler, creador de La ruta junto a Roberto Martín Maiztegui y Clara Botas, atiende a El Cultural. El director valenciano se muestra entre exhausto y feliz tras 75 intensas jornadas de filmación de una segunda entrega de la que se ha hecho cargo al completo.

La primera tanda de episodios de uno de los proyectos estrella de Atresplayer repasaba, centrándose en un periodo que abarcaba de 1982 a 1993, lo que supuso el levantamiento, auge y caída de la denominada Ruta Destroy, formada por una red de discotecas situadas en Valencia y alrededores.

Los pilares maestros que sostenían tan rompedora propuesta no eran otros que un minucioso estudio de personajes y una estructura in extrema res que hacía que el relato comenzase cuando el fenómeno del bakalao daba sus últimos coletazos para acabar en sus inicios.

Conscientes del impacto que tuvo esa narrativa tan particular, el equipo de guionistas que forman los ya citados Soler y Martín Maiztegui junto a Clara Botas y Silvia Herreros, quiso que "la manera de ordenar cronológicamente la historia tuviera un peso idéntico al que tuvo en la primera temporada, pero no repitiendo la misma fórmula de viajar atrás en el tiempo con una elipsis de dos años entre un capítulo y otro".

"Quizá la fórmula ahora no sea tan compleja, pero también tiene algo de especial. En este caso, la cronología se desarrolla en paralelo, situándose entre octubre y enero del año 1971 y el año 1996, que es la parte más continuista, la que enlaza con los hechos de la primera temporada", aclara Soler.

La ruta arrancaba con Marc (Àlex Monner) a punto de coger un vuelo con destino a Ibiza, donde viajaba para entrar a formar parte de la nómina de disc-jockeys que trabajan para las grandes discotecas de la isla. La segunda entrega nos sitúa tres años más tarde, cuando él ya está asentado en la noche ibicenca. Borja Soler detalla que "esa vertiente de la historia se concentra en seis meses, los que van del opening al closing, y nos sirve para contar la irrupción, hasta cierto punto beligerante, de la industria inglesa en la escena del ocio nocturno de aquel momento".

Tras un exhaustivo trabajo de documentación, Soler apunta que, para reflejar esas transformaciones, "había que coger los momentos bisagra, pues lo cambios no se producen de manera repentina, pero sí es verdad que el año 96 fue importante porque aparecieron los promotores ingleses, que llevaban ya años con la mirada puesta en Ibiza, e implantaron su modelo, trajeron al público británico y a sus propios DJ's, lo que hizo que los pinchadiscos locales fuesen desapareciendo poco a poco de la ecuación".

"Los promotores ingleses trajeron al público británico y a sus propios DJ's a Ibiza, lo que hizo que los pinchadiscos locales fuesen desapareciendo poco a poco de la ecuación". Borja Soler

Y entonces, ¿qué sucede en toda la parte centrada en la década de los 70? "Al final del capítulo octavo de la primera temporada", recuerda Soler, "había un pequeño flashback en el que el personaje que interpretaba Sonia Almarcha le cuenta al Marc niño que sus padres se han ido en avión a Ibiza y que no van volver".

Regresar a este punto de la historia tenía un doble objetivo. Por un lado, "era un buen momento para explicar con más detalle qué era lo que hacían los padres de Marc en Ibiza y para fijar las relaciones familiares, pues en la primera temporada abarcábamos un periodo de tiempo tan extenso que había gente que no asociaba bien qué lazos unían, por ejemplo, a Marc y Lucas (Guillem Barbosa), que son primos, algo que solo se explica al final".

El accidente aéreo al que hace referencia Borja Soler, que de algún modo era el resorte dramático que activaba el motor narrativo de La ruta, no surge de la nada. "Está basado en un suceso real que tuvo lugar en enero de 1972. El Caravelle, un avión que salía de Madrid, hacía escala en Valencia y después volaba hasta Ibiza, se estrelló. La mayoría de gente de Valencia que subió al avión se dedicaba a la construcción".

Ese detalle extraído de la realidad, una especie de semilla involuntaria depositada en el argumento de la primera entrega, casi a la manera de una pequeña fábula, permite que ahora brote toda una trama que explica, de manera concentrada, la historia del desarrollismo y del boom urbanístico de la isla, sin duda otro de los grandes aportes de esta segunda parte.

Àlex Monner durante el rodaje de la segunda temporada de 'La ruta'. Foto: Laia Lluch

Àlex Monner durante el rodaje de la segunda temporada de 'La ruta'. Foto: Laia Lluch

"Para nosotros ese descubrimiento fue fundamental. Había algo que nos arrastraba hacía ese lugar ya no solamente desde el punto de vista de los personajes, sino desde nuestra propia inquietud, que no era otra que decidir qué íbamos a contar en esta segunda temporada que no hubiésemos contado en la primera. Es decir, ya habíamos trazado una cronología muy amplia del panorama musical, habíamos contado la evolución, desde los 80 a los 90, de las discotecas en Valencia, así que ahora que nos desplazábamos a Ibiza no podíamos contar lo mismo", comenta el director de Mindanao (2021).

Y continúa: "esa pequeña línea de diálogo entre Carmen (Sonia Almarcha) y Marc —'tu padre se ha ido a hacer casas'— fue el trampolín que nos permitió saltar hacia ese inicio del desarrollismo en España a partir del caso de Ibiza, que además es un ejemplo bestial de cómo transformar lo que era una roca sin ninguna actividad económica en la capital del ocio nocturno del mundo y en un lugar turístico por excelencia".

"La Ibiza de los temporeros es cada vez más evidente. Ya nadie puede vivir allí a no ser que sea millonario o tenga una casa en herencia". Borja Soler

Toda la trama setentera la protagoniza Manuel, el padre de Marc, encarnado también por Àlex Monner, alguien que "se engancha a esta corriente ambiciosa que cree que un futuro mejor es posible, un futuro basado en el crecimiento, algo que luego conecta muy bien con esa filosofía de los 90 de 'vamos a hacernos grandes, vamos a ganar mucha pasta', que es justo lo que está haciendo Marc en Ibiza en los noventa". Estamos, pues, ante una historia plagada de paralelismos.

La serie da cuenta de una Ibiza polimorfa. "Queríamos construir un universo más grande. En la Ibiza de los 70 había dos partes muy diferenciadas que convivían pero que no se tocaban. Por una parte estaba la parte más espiritual, más hippy, que luego en los 90 de alguna forma se instrumentalizó y se convirtió en esa Ibiza más yogui, más new age, de la que también hablamos, porque al final parece que esa isla todo lo que toca lo convierte en dinero. Por resumir, hemos intentado hablar de esa Ibiza más hippy y más espiritual, también de la Ibiza del dinero y la jet—set, y de la Ibiza de los temporeros, que es cada vez más evidente, pues ya nadie puede vivir allí a no ser que sea millonario o tenga una casa en herencia".

Y todo eso, claro está, vuelve a estar vehiculado a través de un cuidadísimo diseño de personajes. "La Ibiza de la noche la contamos a través de Marc. La Ibiza de los temporeros la representa Vicky, que es el personaje de Carla Díaz, una chica andaluza que va a trabajar, a hacer la temporada de verano. Y, por último, la Ibiza hippy la contamos a través de Leonor, la madre de Marc, encarnada por Marina Salas, y además lo hacemos situándonos en un espacio que también fue real, que es la Instant City".

Reproducir la Instant City ha sido uno de los grandes hitos de una producción que ha ganado enteros en ambición. Creada en el año 71 en paralelo a un congreso de arquitectura y diseño, fue construida por los estudiantes que participaron en él. Hablamos de una ciudad hinchable, una especie de camping vanguardista, que diseñaron entre otros el arquitecto Carlos Ferrater, que todavía sigue vivo, y con quien el equipo creativo de la serie se entrevistó para que les facilitara materiales a fin de poder reconstruir aquella ciudad utópica que "representaba muy bien esa filosofía que se posicionaba contra el ladrillo, una ciudad que cuando se desmonta no deja deshechos, que aparece y desaparece" puntualiza Soler.

Una filosofía que colisiona frontalmente con la idea de futuro que tiene el padre de Marc, que va a Ibiza a hacer justo lo contrario. Hablamos, pues, de una pareja que aterriza en la isla en el año 71 y que, por motivos personales, va descubriendo universos distintos, "especialmente Leonor (Marina Salas), que se adentra en un mundo que, por un lado, y todavía en pleno franquismo, habla de invasión hotelera, lo que impacta de manera directa con lo que sucede en la actualidad, y, por otro lado, conecta con las inquietudes de una juventud distinta, pues a Ibiza llegaba gente que venía de California, integrantes de la contracultura catalana de la época...".

"Todo eso choca —señala Soler— con la idea de familia que a ella le habían inculcado y que cristaliza en una frase que Leonor lanza en un momento determinado: 'nos han ocultado muchas cosas'".

"La invasión hotelera en la Ibiza de los 70 impacta de manera directa con lo que sucede en la actualidad". Borja Soler

Para que ese juego de tiempos y de actores funcione, la elección del reparto se antoja decisiva, toda vez que sólo Àlex Monner, que viene de ganar la Biznaga de Plata al mejor actor de reparto en el Festival de Málaga, repite con respecto al elenco original, si bien algunos rostros conocidos por la audiencia regresaran… de manera un tanto distinta. "Los personajes de la primera entrega también entran dentro de ese proceso que pasa por preguntarnos qué sentido tenía hacer una segunda temporada, sobre todo teniendo en cuenta que la primera abarcaba tanto tiempo. Se trataba de ver de qué manera podíamos encajarlos en esta nueva visión. Pasamos por diferentes momentos, en algunos no encontrábamos el espacio para que volvieran, pero poco a poco dimos con él", comparte Soler.

Y sigue: "La manera que tienen de aparecer tiene que ver, también, con el crecimiento y la madurez que creo que tiene esta segunda temporada. Regresan de un modo intermitente y no de manera muy evidente. Eso es algo que tiene que ver con hacerse mayor. A veces te reencuentras con gente que conoces, pero son encuentros puntuales y seguramente no son tan bonitos o tan románticos como se suele contar. Para mí eso era importante, contar el paso del tiempo, fijar esas rupturas, ver qué ha hecho cada uno con su vida. En esa intermitencia hemos buscado que, más o menos, todos tengan una presencia similar; eso sí, tratados con cierta distancia, la misma que Marc mantiene con respecto a ellos, pues se marcha en el 93 y en los tres años que transcurren hasta que retomamos la historia no ha tenido contacto con sus viejas amistades".

De todos modos, para entender la infrecuente decisión de hacer que un actor interprete papeles distintos hay que atender a un apunte temático fundamental sobre el que Borja Soler incide: "En esta segunda temporada hay algo esencial que atraviesa las dos cronologías que es la cuestión paternidad/maternidad. La propuesta se torna evidente en el momento en el que Àlex Monner interpreta a Marc y a su padre y colocamos esa suerte de espejo. Esto también responde a algunas de las preguntas que nos hacíamos. Por ejemplo, ¿cómo era nuestros padres cuando tenían nuestra edad? Porque a veces nos cuesta imaginar que nuestros padres fueron jóvenes, así que nos apetecía contar esa similitud entre Marc y su padre, dos personajes que, a la misma edad, se encuentran en el mismo lugar con 25 años de diferencia".

Quien, al igual que Monner, asume un doble papel es Irene Escolar, uno de los fichajes relevantes de la nueva temporada. "Buscábamos sobre todo actrices que hubiesen trabajado mucho en teatro y que estuviesen habituadas a papeles que necesitan apartarse un poco de la realidad, que es algo muy en consonancia con la parte de los años 70. De hecho, una de las cosas más arriesgadas de la serie es que empleamos tonos diferentes según la época. De ahí surge esa idea, que es más habitual en el teatro, donde también se acepta mejor que en el cine o en las series, de utilizar a un mismo actor o actriz para hacer dos papeles, de modo que no se esconde la construcción" aclara Soler.

Borja Soler y Àlex Monner durante el rodaje de la segunda temporada de 'La ruta'. Foto: Laia Lluch

Borja Soler y Àlex Monner durante el rodaje de la segunda temporada de 'La ruta'. Foto: Laia Lluch

"Para eso necesitábamos a actores y actrices que estuviesen muy asentados en el teatro, sobre todo para que nuestra propuesta a nivel de tono estuviese secundada a nivel de interpretación y, lógicamente, a nivel cinematográfico. Toda esa parte setentera tiene ese tono de cuento, que surge de ese diálogo entre Carmen y Marc al que aludía anteriormente, que impregna las imágenes y que además funciona muy bien como contraste de lo que vemos en los 90" apostilla el cineasta valenciano.

No obstante, Soler expresa las vacilaciones que rodearon esa determinación: "Creo que la apuesta es muy arriesgada y hemos ido con todo. En los ensayos me di cuenta de que si la propuesta de los dos personajes que tenía que interpretar un mismo actor era muy similar, había algo que no acababa de funcionar. Sobre el papel todos estábamos de acuerdo en que cuanto más diferentes fuesen los personajes, mejor funcionaría el contraste, de ahí que Manuel sea alguien que cojee a causa de una enfermedad que tuvo de niño y que Àlex (Monner) le haya dado una voz diferente".

Pero, añade el director: "Cuando estás ensayando, cuando estás viendo a Álex Monner haciendo una construcción del padre de Marc y tú a lo que estás acostumbrado es a escuchar y a ver a Àlex Monner haciendo de Marc, te entran las dudas y te preguntas: ¿vamos a dar este paso o no? Yo me relajé cuando empecé a ver secuencias premontadas y vi cómo funcionaban en paralelo los 70 y los 90. Ahí dije, menos mal, porque si esto no sale bien hubiese sido un error, si a esas alturas la construcción de personajes no funciona estaría 'cagao', tendría pánico de ir a montaje y ahora mismo estoy deseando enfrentarme al material".

Además de Irene Escolar, el reparto incluye a Carla Díaz de la que Soler se quedó prendado cuando la vio en La mesías (Javier Calvo & Javier Ambrossi, 2023): "Recuerdo que la vi en una secuencia en la que llevaba un abanico y solo bailaba y me dije, quiero trabajar con ella. Además de que tenía claro que encajaba perfectamente con el personaje de Vicky, la pareja de Marc en los 90, Carla (Díaz) ha vivido en la isla y conoce perfectamente el entorno".

Carla Díaz en la nueva temporada de 'La ruta'. Foto: Laia Lluch

Carla Díaz en la nueva temporada de 'La ruta'. Foto: Laia Lluch

La otra incorporación relevante es la de Marina Salas, que encarna a Leonor, la madre de Marc. "Era un personaje complicado", explica Soler, "porque estábamos buscando a una madre valenciana de los años 70 que, en su interior, tiene algo que no sabe muy bien qué es. Pensábamos en esas mujeres que casi todos hemos tenido en nuestras familias de las que siempre se decía que estaban 'de los nervios' porque en realidad nadie sabía realmente qué les pasaba. No sabíamos si era una depresión, no sabíamos si eran mujeres que hablaban más de lo que debían... Los personajes del entorno íntimo de Leonor siempre le preguntan a su marido cómo está, '¿qué tal está Leonor de los nervios?'.

"Pero claro", continúa el director, "¿cómo se interpreta ese estado, cuando además estás en un contexto en el que no puedes explicarte? Para eso necesitábamos a alguien que tuviera, por un lado, muchas tablas para no convertir al personaje en un manojo de nervios o en una histérica, y que, por el otro, pudiese asumir esa transición que hace al llegar a Ibiza, adentrarse en el mundo hippy y darse cuenta de qué es lo que la oprime. Y eso se produce porque empieza a conocer otras formas de convivir, otras formas de pensar la relación familiar, de pareja... Básicamente se da cuenta de que no está loca, que es lo que le dice todo al mundo a una mujer que 'está de los nervios' y que se hace muchas preguntas".

Marina Salas durante el rodaje de la segunda temporada de 'La ruta'. Foto: Laia Lluch

Marina Salas durante el rodaje de la segunda temporada de 'La ruta'. Foto: Laia Lluch

Para representar "ese estado de tensión constante sin caer en la exageración" se eligió a Marina Salas, cuya carrera cinematográfica ha despegado en los últimos dos años —viene de protagonizar Esmorza amb mi (Iván Morales, 2025), También esto pasará (María Ripoll, 2005), Miocardio (José Manuel Carrasco, 2024) y de trabajar en Yo, adicto (Javier Giner, 2024)— después de demostrar su talento en el teatro.

Soler explica que "en la primera prueba de casting fue la que mejor entendió la idea. Una interpretación tan al límite puede resultar cargante, pero al mismo tiempo era como muy necesaria porque es alguien que experimenta un cambio radical, que descubre un nuevo modo de vida en el que realmente se siente comprendida. Y seguramente Marina (Salas) sea la actriz de su generación que mejor puede expresar ese tormento interior de manera muy muy natural".

Si en la primera temporada Borja Soler se repartía la dirección de los episodios con Belén Funes (Los tortuga) y Carlos Marqúes-Marcet (Polvo serán), ahora ha decidido cargarse toda la serie a sus espaldas, pero ¿por qué?

"Decidí dirigirla al completo porque, para mí, en esta segunda temporada hay algo de despedida. Ya lo tenía claro cuando empezamos, y como final de serie me apetecía dirigirlo. Además, en un principio, no iban a ser tantos capítulos, solo cuatro. Queríamos que fuera una miniserie, quizá con episodios de mayor duración... Al final, cuando empezamos a ver la estructura y que íbamos a dividirla en dos cronologías, nos dimos cuenta de que cuatro episodios eran insuficientes, porque aunque ambas partes estén muy conectadas, tratan temas totalmente distintos. Necesitábamos más tiempo para contar las cosas y el número de episodios ascendió a seis. A partir de ahí fue una mezcla de inconsciencia, de deseo por contar la historia y de la seguridad que me daba conocer al 100% al equipo".

Y concluye: "Cuando todo el mundo se comprometió y supe con quién iba a trabajar, lo tuve claro, porque además hablamos de gente que ya en la primera temporada demostró estar muy involucrada en el proyecto, también desde el punto de vista artístico y creativo. Con un equipo nuevo no me hubiese atrevido. Supongo que también había algo de ego, de probarme, de demostrarme que podía hacerlo. He de confesar que las últimas semanas iba un poco con la lengua fuera, como con una zanahoria delante sin mirar a los lados y tirando porque han sido muchas jornadas. Es como hacerte, no sé, tres películas seguidas o algo así. Ha sido muy intenso, pero también lo he vivido de una manera distinta a la primera temporada. Aquí hay algo de conexión profunda, de hacer el viaje al completo con los actores. Lo he disfrutado, pero la verdad es que no sé si lo volvería a hacer".

Para sumarnos a ese viaje, para irnos de Valencia a Ibiza, de 1971 a 1996, de Nico a Robert Miles, habrá que esperar a finales de año, momento en el que Atresplayer estrenará la segunda temporada de La ruta.