
El cardenal Kevin Farrell en una foto de archivo.
El camarlengo que estudió en Salamanca y hoy guarda las llaves del Vaticano
Kevin Farrell, cardenal formado entre los muros de la Universidad Pontificia, asume el timón del Vaticano tras el fallecimiento del Papa Francisco.
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El mundo mira a Roma, pero Salamanca también tiene algo que decir en esta historia. Porque en estos días de sede vacante, mientras el Vaticano se prepara para elegir a su nuevo Papa, quien toma las riendas del Estado más pequeño y simbólico del mundo es un hombre que conoce bien la ciudad charra: el cardenal Kevin Farrell.
Estudió filosofía y teología en la Universidad Pontificia de Salamanca y ahora, como camarlengo, encarna la figura discreta pero poderosa que gestiona la transición en la Santa Sede.
Irlandés de nacimiento, estadounidense de corazón e inevitablemente salmantino de formación, Farrell representa esa mezcla curiosa de tradición y estrategia que suele abrirse paso sin hacer ruido.
Su paso por Salamanca fue mucho más que una etapa académica: fue el punto de inflexión que lo llevó a abandonar la rigidez de los Legionarios de Cristo y a enfocar su camino hacia una Iglesia más cercana, aunque sin renunciar a una mente práctica y ordenada.
Hoy, a sus 77 años, este cardenal es quien vigila el día a día de un Vaticano que ha quedado temporalmente sin Papa tras la muerte de Francisco.
No toma decisiones doctrinales ni convoca al pueblo desde el balcón, pero su papel es clave: asegura que todo siga funcionando, desde las finanzas hasta los preparativos del Cónclave, en el que él mismo participará como cardenal elector. Es, en pocas palabras, el hombre que mantiene la maquinaria encendida hasta que alguien vuelva a girar la llave.
Su currículum es tan extenso como singular. Empezó su ministerio en México, trabajó con comunidades hispanas en Estados Unidos, llegó a ser obispo de Dallas y acabó al frente del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, un organismo reformado por el propio Francisco.
El nombramiento como camarlengo en 2019 fue un gesto de confianza por parte de Francisco, que vio en él una figura solvente para manejar los días más delicados del Vaticano: aquellos en los que no hay Papa.
Mientras tanto, en Salamanca, el nombre de Kevin Farrell se pronuncia estos días con una mezcla de orgullo y asombro. No es habitual que “uno de los suyos” acabe custodiando el Vaticano, aunque sea de forma temporal.