
¿Por qué el kebab y el currywurst son los reyes de la calle en Berlín?
¿Por qué el kebab y el currywurst son los reyes de la calle en Berlín?
Estos dos platos callejeros explican mejor que nadie la cultura, el mestizaje y el sabor de Berlín. ¿De dónde vienen y dónde probar los mejores?
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Una esquina cualquiera de Kreuzberg. Unos pasos más allá, quizás en Neukölln o en pleno Mitte. Siempre hay alguien haciendo cola, con billete de cinco euros en la mano y hambre y ganas de algo rápido, sabroso y muy berlinés.
Huele a carne marinada, a pan caliente, a kétchup especiado con curry. En Berlín, el döner kebab y el currywurst no son solo comida rápida. Son parte del paisaje, de su historia urbana y de la identidad de una ciudad que ha hecho del mestizaje su seña de identidad. No es casualidad que los dos platos más icónicos de la capital alemana no tengan raíces alemanas. O al menos, no del todo.
De platos callejeros a emblemas de su cultura gastronómica
Berlín es una ciudad sin normas fijas, sin etiquetas, sin postureo… La amas o la odias. Pero lo que sí tiene, es mucho orgullo por lo suyo. Y lo suyo puede ser tanto una rave en un sótano o una noche en la inexpugnable Berghain, como un kebab con extra de salsa picante a las 4 de la mañana. En ese mix tan berlinés, el kebab y el currywurst se han convertido en símbolos, son una declaración de principios. Berlín es una ciudad donde nadie te mira raro por llevar un peinado imposible y menos aún la íbamos a juzgar a ella porque dos platos tan 'simples', sean emblema de la capital alemana. Esa libertad también se refleja en la mesa.

Ambos platos son parte de su historia, de las migraciones, de reconstrucción, de calles que han visto guerras, muros, caídas y revoluciones culturales. Son la prueba comestible de que Berlín no se entiende sin la inmigración turca, sin su apertura al mundo, sin esa mezcla constante... Son baratos, están en cada esquina, los come todo el mundo —desde estudiantes hasta ejecutivos con traje de chaqueta y con prisas— y condensan en un bocado parte de la historia de la ciudad. Mientras otras urbes se lanzan a la sofisticación gastronómica, Berlín mantiene este amor callejero con orgullo.
El currywurst: la invención más berlinesa que no es (del todo) alemana
Hay quien dice que el currywurst es un accidente feliz. Otros lo elevan a invento patriótico. Sus dos ingredientes principales —kétchup y curry en polvo— se introdujeron por primera vez en las despensas alemanas durante la ocupación estadounidense y británica. Sea como fuere, la versión quizás más oficial arranca en 1949, cuando una mujer llamada Herta Heuwer, en pleno Berlín de posguerra y aburrida de la cocina, le da por innovar: mezcla kétchup, salsa Worcestershire y curry en polvo, y lo sirve sobre una salchicha cortada en rodajas. Lo hace en un carrito callejero de Charlottenburg y la cosa explota en popularidad. Tanto, que años después patentó su salsa como “Chillup”. El resto es historia, hasta que exista incluso un Museo del Currywurst, y está en Berlín, claro.

La clave fue simple: era barato, llenaba, sabía bien y encajaba perfecto con el hambre (literal y simbólica) de una ciudad que empezaba a reconstruirse. Desde entonces, esta mezcla improbable se convirtió en parte del ADN berlinés. Se sirve con panecillo o con patatas fritas, en plato de cartón o porcelana en el mejor de los casos, con tenedorcito de madera y la dosis justa de salsa para pringarte.
Es un plato sencillo, abierto a la improvisación. En esencia, la salsa de curry es a base de tomate. Algunos usan concentrado de tomate y agua, otros puré de tomate, y algunos prefieren el kétchup. A partir de ahí, todo gira en torno a las especias, siendo la más esencial el curry en polvo. Algunas versiones incluyen un poco más de ciencia, como vinagre balsámico, ajo, jengibre, clavo, manzana, cúrcuma y más, que se combina con puré de tomate y se cocina hasta obtener una salsa espesa.

¿Dónde probarlo? Hay clásicos imprescindibles. Curry 36, en Kreuzberg, es un hervidero día y noche. Si Berlín tuviera un punto cero para la currywurst, probablemente sería este. Desde 1981, tanto berlineses como turistas hacen cola bajo sus luces de neón para comer de pie —no hay ni un solo asiento— una currywurst ohne Darm con pilsner en mano. Por su parte, Konnopke’s Imbiss, bajo las vías del U2 en Prenzlauer Berg, lleva sirviendo salchichas desde 1960, y fue el primer puesto de currywurst en Berlín Este.
Curry Baude, frente a la estación de Gesundbrunnen, es otro que no falla. Más local, menos turístico y con una salsa de las que no se olvidan. También merece mención Bier’s Kudamm 195, donde puedes comerte la salchicha con Moët o Dom Pérignon. Sí, currywurst y champán. Porque Berlín puede ser así de loco. También pásate por Krasselt’s Imbiss, en Steglitz, donde el kétchup de curry se prepara según la fórmula original del fundador, con un punto ácido muy interesante.
El kebab: una herencia turca con alma berlinesa
Si el currywurst es historia del Berlín occidental, el Döner kebab es la de Kreuzberg, el barrio turco de Berlín. En la década de 1960, miles de trabajadores turcos se mudaron a la Alemania Occidental para trabajar, siguiendo las oleadas de italianos, españoles y griegos que los precedieron, justo cuando el país necesitaba mano de obra. No fue fácil, porque tuvo que intervenir incluso Estados Unidos para que los aceptaran. Sea como fuere, al tiempo se convirtieron en el grupo más numeroso de trabajadores. Y con ellos, trajeron su cultura.

Entre ellos, al que se atribuye la creación del kebab moderno tal y como lo conocemos: Kadir Nurman. Llegó desde Turquía y, en 1972, colocó por primera vez carne de cordero en pan de pita, con ensalada y salsa, en su pequeño puesto junto a la estación de Zoologischer Garten. Lo que había sido una comida turca tradicional servida en plato, se convirtió en un sándwich portátil, perfecto para las prisas de la gran ciudad.
Hoy se discute si fue él realmente el primero, pero da igual. El döner como lo conocemos hoy en día se podría decir que nació en Berlín. Lo que comenzó como una necesidad, acabó siendo identidad. Hoy hay más de 1.000 puestos (algunos afirman que incluso 1.500) de kebab en Berlín, que se dice pronto.
Se venden millones cada año, más de 17 millones de unidades, para ser más exactos. Pero no todos son iguales. Para muchos, el pilar indiscutible es Mustafa’s Gemüse Kebap. Lleva años formando colas eternas en Mehringdamm gracias a su mezcla irresistible: verduras asadas, queso feta desmenuzado, salsa de yogur y un chorrito de limón. ¿Turco? No del todo. ¿Berlinés? A tope.

Otro clásico imprescindible es Imren Grill, especialmente en su local de Boppstraße. El pan lo hacen ellos, la carne se corta bien fina y los extras —como el lahmacun, la sopa de lentejas o el ayran— elevan una experiencia que es más tradicional. Y si quieres algo más modernete, el nombre lo dice todo: Kebap with Attitude. Está en Mitte y apuesta por ingredientes de calidad (carnes de pasto, salsas caseras, opciones veggie) y una estética más moderna, con meze, ensaladas globales y hasta un food truck.
Pero hay más joyas si te sales un poco del radar: en Kreuzberg, Izmir Köfte (también conocido como Konak-Grill) enamora con sus platos generosos, desde el köfte teller a su salsa picante con ensalada de rúcula y perejil. En Tadım Ocakbaşı, en Zossener Str., la experiencia es de parrilla: pide el beyti kebap o el de cordero con pistacho (fıstıklı) y acompáñalo con su pan recién hecho.
Los que se salen de la norma: currywurst y döner con vuelta de tuerca
Aunque lo clásico nunca pasa de moda, en Berlín siempre hay margen para reinventar. El currywurst y el kebab no se han quedado anclados en el pasado: han evolucionado con los tiempos, adaptándose a nuevas dietas, formatos y estéticas. Lo clásico sigue triunfando, pero ahora son platos de todos y para todos.

En Vöner, en pleno Friedrichshain, el döner y el currywurst son veganos y siguen sabiendo a gloria. Sirven su “Vöner Teller” con patatas y ensalada, y la salchicha vegetal con salsa curry es un hit entre locales y curiosos. Otro templo del currywurst sin carne es Curry 61, en Mitte, donde la versión vegana compite en fama con la tradicional.
También triunfan lugares como Doen Doen Kebap, donde todo es 100 % vegetal, desde el ayran hasta el baklava, y Vallaha Vegan Döner, con proteínas vegetales y un sabor que no echa de menos la carne. Aquí, el kebab se pone moderno, consciente y, aún así, sabrosísimo. En una ciudad que suena a techno de fondo y a conversaciones en diez idiomas distintos, no necesitas mantel para entender dónde estás. Tan solo un bocado.